lunes, 1 de octubre de 2012

Honestidad
 
 
Quizás uno de los valores humanos más difíciles de precisar en su significado vivencial es la honestidad. Con frecuencia se dice que una persona honrada en el manejo del dinero es honesta, y podría ser así, porque la honradez es parte de la honestidad, pero no como muchos creen que la honestidad es exclusivamente este proceder con relación al dinero.
Uno de los ejemplos que aclara el concepto de honestidad es la conocida parábola de los talentos. El servidor que guardó el talento que recibió y lo devolvió sin hacerlo fructificar, fue honrado. En cambio el que recibió diez talentos y con su trabajo adquirió otros diez y entregó veinte, fue honesto. Trabajó diligentemente para cumplir con su deber de producir más.

La honestidad es un proceder justo que no se deja seducir por promesas o regalos. Se cuenta que Jerjes, rey de los persas, para establecer un pacto de alianza con Tebas, envió embajadores con ricos dones para Epaminondas, el célebre general tebano. Epaminondas no quiso saber siquiera lo que le traía la embajada: "Si lo que pide vuestro rey -dijo- es equitativo, no hacen falta regalos, si no es justo lo que pretende, no bastarán todas las riquezas de su imperio para lograrlo de mí".
La honestidad también comprende la veracidad. No se puede considerar honesto a quien miente, a quien no inspira confianza en su palabra, aunque maneje honradamente las finanzas que se le han confiado. Solamente es honesto aquel que, en cualquier situación, es veraz y no altera la versión real de las cosas ante presiones o intereses mezquinos.

También la honestidad es altruista, no cede al egoísmo que perjudica a los demás. Es generosa porque considera un deber hacer el bien que le exigen las circunstancias. ¿Podría llamarse honesta a la persona indiferente que carece de responsabilidad social?
La sinceridad es otro valor humano inherente a la honestidad. La hipocresía, el disimulo, que son otra forma de mentir, son contrarios al proceder honesto. No transmiten hacia otros la verdad. La persona auténtica es honesta y se comunica con transparencia considerando la forma de decir las cosas para el bien de otros.
Aunque podrían mencionarle otros valores humanos y situaciones del proceder honesto, lo anterior puede ser suficiente para comprender que la honestidad es sinónimo de integridad en la vida personal y social. La honestidad es una virtud vivencialmente unificadora, que no admite contradicciones, en el modo de ser consigo mismo y con quienes nos relacionamos.
Para ser auténtica, nuestra vida debe asentarse en principios sólidos, bien pensados y bien asumidos.



"Es fiel a sí mismo el que actúa de modo coherente con sus ideas y palabras, sus promesas e ideales. Esta forma de fidelidad es creativa, ya que en cada momento debe crearse dicha coherencia".

Alfonso López Quintas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario